INSTITUTO DE INDOLOGÍA

NAGARJUNA, EL DIFUNDIDOR DEL BUDISMO

Enrique Gallud Jardiel

 

 

          El maestro Nagarjuna fue el fundador de la tradición Mâdhyamaka [doctrina mediana] del budismo y ha sido considerado por muchos como un segundo Buddha y venerado en muchos lugares de la India y de otros países.

          La fecha de nacimiento de Nagarjuna es imprecisa; se sitúa unos cuatrocientos años después del Buddha, aproximadamente en el siglo II a.C. El lugar mencionado es el antiguo reino de Vidarbha, en la India meridional.

          Según la tradición, su padre no había conseguido descendencia, pero en un sueño los dioses le indicaron que, si honraba a cien brahmanes, su esposa concebiría un hijo, como así sucedió. Sin embargo, tras el nacimiento del pequeño, un adivino profetizó que el niño no viviría más de siete años. Al acercarse la edad fatídica los padres le llevaron a Nâlandâ, en la actual región de Bihar. Allí el muchacho tuvo una visión del bodhisattva Alokiteshvara, quien le guió hasta las puertas del famoso monasterio de aquella localidad. Un monje les sugirió entonces que entregasen a su hijo para que se dedicase al ascetismo, pues ésa era la única manera de librarle de la muerte.

          Se inició al muchacho en la vida contemplativa y, a la edad de ocho años, pasó a ser miembro de pleno derecho de la comunidad de monjes, con el nombre de Siddhipâda [lleno de poderes]. Allí Nagarjuna hizo el voto de renuncia y se dedicó al estudio de las ciencias tradicionales. Se especializó en las diferentes ramas del budismo y en cómo habían evolucionado éstas en los dos siglos anteriores.

          Al cabo de pocos años ya se dedicaba a escribir y se dice que sus prédicas convirtieron al budismo a muchos de los que en un principio fueron sus oponentes. Al cabo de unos años, se le nombró abad del monasterio.

          Según cuenta la leyenda, en un principio empleó de forma poco ortodoxa los poderes que consiguió. Dominó la técnica de la inmortalidad y la usó para entrar a escondidas en varias casas. También descubrió cómo transmutar los metales en oro, aprovechándose de ello para ayudar al monasterio en épocas de escasez. Sin embargo, los monjes descubrieron sus magias y, pese al provecho que les reportaba, le expulsaron del lugar, obligándole a construir un millón de santuarios como penitencia, labor que completó con ayuda de la raza de los nâgâ [serpientes mágicas], según refieren varios mitos.

          Su especial relación con estos seres, a los que debe su nombre, también la recoge detalladamente la tradición. En cierta ocasión, un asceta que había sido ofendido por monjes budistas de otro lugar prendió fuego al monasterio mediante el empleo de la magia. El humo originado por el fuego le causó una grave enfermedad a Mukhilinda, el rey de la raza de las serpientes. Nagarjuna, por medio de sus conocimientos químicos, curó al rey-serpiente y éste, agradecido, le entregó como pago el original del libro Prajñâpâramitâ [Compendio del conocimiento supremo], obra de sabiduría que le había entregado Ânanda, el primo y discípulo más cercano del Buddha, para su custodia, ya que los nâgâ son los guardianes de los tesoros de la tierra, tanto materiales como espirituales. Además de este regalo, las serpientes semidivinas le dieron al monje el nombre de Nâgârjuna [el Arjuna de la raza de las serpientes], empleando antonomásicamente el nombre de Arjuna, el príncipe-guerrero que protagoniza la epopeya del Mahâbhârata.

          Se le atribuye a Nagarjuna una vida de seiscientos años, plagada de milagros y hechos portentosos. Existe la creencia de que permitió que otro le matara, sin oponer resistencia. La leyenda refiere que Nagarjuna proporcionaba al rey Atîvâhana un elixir para prolongar la vida. El príncipe heredero, impaciente de heredar la corona, intentó matar al asceta de un golpe de espada, mientras éste meditaba. La espada no produjo ninguna herida en el sabio quien, saliendo de su trance, le contó a su agresor que en una vida anterior había matado a un insecto con una hoja de hierba y que ahora debía sufrir por tal acción. De esa manera, aunque la espada no le heriría, una brizna de hierba sí podría matarle. Él no se opondría a ello, pues aceptaba la consecuencia de sus acciones anteriores. El príncipe hizo tal y como se le indicaba y Nagarjuna murió al ser tocado por la hierba, aunque resucitó al poco, ya que todo había sido una lección para el príncipe, que se arrepintió de su acción ante aquellos hechos.

          Además del Prajñâpâramitâ, Nagarjuna fue autor de otros muchos tratados —se dice que unos 180— así como de comentarios a obras anteriores, entre los que destaca el Mûlamâdhyamakakârika y una colección de cuatrocientos versos en los que describe su concepción del universo.

          Nagarjuna formuló el Sendero Medio de la vacuidad (shûnyatâ) de todo fenómeno. Su teoría indica que las cosas no tienen naturaleza propia; nada existe de por sí, sino en correlación con todo lo demás. No hay ninguna verdad ni ninguna esencia en los fenómenos. Su individualidad es mera apariencia y de nada puede decirse lo que es y lo que no es. Es una teoría relativista y nihilista («Todo es nada.») a la que denomina svabhâvashûnyatâ [vacuidad del propio ser]. Más allá de lo que creemos percibir sólo se encuentra el vacío. La verdadera visión es la que trasciende lo aparente y la dualidad del mundo fenoménico. Nagarjuna concluye, pues, en la negación absoluta de toda realidad.

          Parece que fue él quien introdujo la alquimia en las prácticas de yoga y de meditación. Además, las doctrinas del budismo Mahâyâna le deben a él su triunfo en la India y, posteriormente, en China. Fue, indudablemente, una de las mentes más preclaras que ha producido la India y nunca temió llegar al extremo de su pensamiento y extraer conclusiones que hubiesen asustado a mentes más débiles.

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