INSTITUTO DE INDOLOGÍA

 

FERNANDO PELÁEZ LÓPEZ. IN MEMORIAM

Pedro Carrero Eras

 

 

Fernando Peláez, que fue durante muchos años Vicepresidente del Instituto de Indología, nos acaba de dejar en los primeros días de este mes de mayo de 2020. En estos tiempos tan atribulados que atravesamos, el fallecimiento de una persona tan cercana y querida como Fernando nos sobrecoge de una forma especial. Es mucho lo que se remueve dentro de nosotros, cuando, estando confinados en nuestras casas, nos llega esta noticia.

Prácticamente desde la fundación del Instituto de Indología hemos tenido a Fernando y a su esposa, María Elena, colaborando con su presencia, su apoyo y su entusiasmo en las tareas del Instituto. Durante años y años no se han perdido ni un ciclo de conferencias ni un curso de verano sobre la India. Algunos de nuestros amigos y socios lo recordarán en esos actos: la figura de Fernando atendiendo con sumo interés a lo que el conferenciante dice y apuntando meticulosamente palabras y frases en una libreta. Esa libreta y esa concienzuda labor siempre me han llamado la atención. Era una actitud que caracterizaba muy bien a la persona y a su talante. Porque Fernando no tomaba notas para hacer alguna pregunta o interpelar al ponente en el coloquio. Nunca, que yo recuerde, lo hizo, aunque él estaba, como cualquier otra persona asistente al acto, muy en su derecho de hacerlo. Fernando tomaba notas porque, como todos nosotros, iba a esos actos para aprender y estaba aprendiendo, porque le fascinaba la India y sentía amor por la India, con lo cual levantaba acta de todo aquello más relevante que escuchaba. De la India le interesaba todo y en especial la situación geoestratégica del subcontinente. También recuerdo lo que me costó convencerle para que aceptara ser Vicepresidente del Instituto de Indología, lo cual demuestra que, por encima de todo, le interesaba más el conocimiento de la India que el hecho de tener un cargo en el Instituto.

La modestia en personaje tan destacado en su vida profesional era uno de sus rasgos más sobresalientes. A ello se unía la empatía y la amabilidad. Fernando era militar de profesión, en la que llegó al grado de coronel. Primero fue oficial paracaidista y luego, ya con el grado de capitán, fue destinado a la Academia de Ingenieros, donde se distinguió especialmente en la enseñanza de la desactivación de explosivos. Eso le valió ser enviado a la OTAN, donde fue precursor de grupos de trabajo (NATO-EOD Working Group) para intervenir en los temas relacionados con la eliminación de explosivos y el desminado. Sabemos muy bien el aprecio y la amistad que, a lo largo de toda su carrera, sentían por él sus compañeros, al igual que sus alumnos, que pertenecían a los tres ejércitos así como a los cuerpos de seguridad del Estado.

El amor a la India nos unía y nos congregaba a todos, cuando, año tras año, el Instituto de Indología organizaba diversos eventos, ya fuera en ciclos de conferencias en la Cámara de Comercio e Industria de Madrid, en la Embajada de la India en España o en los cursos de verano de la Universidad Complutense en Almería y El Escorial. Y allí, con su habitual discreción y su afecto de amigo leal, estaba siempre Fernando, con su sonrisa, su gracejo y sus anécdotas.

Las personas, con su estilo y su carácter, marcan los hechos, los acontecimientos y las instituciones. Se convierten −algunos sin pretenderlo, como Fernando− en indispensables, en imprescindibles. Solo el comienzo de una penosa enfermedad truncó inevitablemente hace unos años esa relación con el Instituto.

Desde aquí queremos trasladar a toda su familia nuestro pésame, muy en especial a su mujer, María Elena, y también de manera muy especial a su hermana Irene, esposa de Rafael Iruzubieta, fundador con otros profesores −entre los que me cuento− del Instituto de Indología.

Descanse en paz.

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